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Escala y medida en las formas del dinero

Juan Campanini y Josefina Sposito trazan la huella física de la moneda argentina

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La forma del dinero, video producido para el CCA con Juan Campanini, Josefina Sposito y Martin Huberman en el marco del proyecto CCA c/o Buenos Aires, 2021 © Juan Campanini, Josefina Sposito


Desde sus comienzos, YouTube alberga de forma recurrente un tipo de video que, con algunas variaciones, gira alrededor de una misma incógnita: ¿cuál es el espacio físico que ocupa el dinero a gran escala? La proliferación de estos relatos audiovisuales y su éxito en esta plataforma, acumulando millones de visualizaciones cada uno, evidencian la popularidad de la curiosidad prosaica por el dinero en su condición más tangible.

YouTube, How BIG is One Trillion Dollars?, 2018. © Animated Stuff

YouTube, What Does A Trillion Dollars Look Like?, 2010. © Living Waters

Para volver evidentes las dimensiones físicas de la acumulación del dinero y hacerlo fácilmente comprensible para cualquier espectador casual, la mayoría de los videos repiten un mismo formato: una visualización en tres dimensiones de objetos conocidos, cuyo único punto en común es la capacidad de darle escala a lo que hasta entonces solo conocíamos nominalmente. Si es evidente que, aún en pleno auge de la virtualidad del dinero, sigue siendo relevante preguntarse acerca de su condición física, en Argentina esta pregunta es, sin dudas, todavía más pertinente.

La crisis económica de 2001 y 2002, con la repentina retención de los ahorros de los ciudadanos por parte del Estado y de las instituciones bancarias, quebró de manera traumática y abrupta la ya turbulenta relación entre la ciudadanía y el sistema financiero. Con ella finalizó también la estética de la seguridad diseñada a lo largo de años por la arquitectura bancaria. Sus grandes puertas e imponentes fachadas fueron entonces el fondo de las manifestaciones populares, mientras que por debajo, los tesoros y bóvedas permanecieron incógnitas, potenciando el misterio que despierta en el imaginario colectivo todo aquello que se puede nombrar, pero no se conoce. La incertidumbre generalizada eliminó la capacidad de cualquier ahorrista de visualizar su dinero en una enorme caja fuerte subterránea. Su efectivo, aquel que ellos mismos habían depositado, no estaba, no tenía un lugar físico, ya no existía. En consecuencia, la necesidad compulsiva de volver tangible al dinero (y por ende seguro), transformó y multiplicó su naturaleza, alejándose del sistema bancario y convirtiendo a los tesoros subterráneos de la City Porteña simplemente en un instante más de su forma.

En ese sentido, la construcción y el “ahorro en ladrillos” se consumó como una alternativa concreta de volcar ahorros a largo plazo, una oportunidad para reactivar un mercado que se pone en relación con muchos tipos de industrias y empleos; y también para la arquitectura en todas sus escalas. El boom del precio internacional de los commodities agrícolas, fundamentalmente de la soja, además del ingreso de divisas por su exportación, le dio un respiro (y algunos pesos) a las cajas del Estado y al bolsillo de los ciudadanos, en el contexto de una economía que tenía que empezar desde cero. Por otra parte, la reactivación del consumo adoptó infinidad de formas, potenciado por la creatividad de una población acostumbrada a los vaivenes e inestabilidades económicas. Los ahorros, sin importar sus medidas, se convertían en material tangible, en pluralidad de formas y momentos, eran múltiples, variados e inesperados… como la vida misma.

Si uno quisiera unificar un relato que visualice todas las formas que tomó el dinero y las describa en simultáneo, rápidamente se encontraría ante la dificultad que impone su enorme diversidad. Pero si poner en relación objetos disímiles es fundamentalmente un ejercicio arquitectónico, las indicadas para la tarea serán, entonces, sus técnicas de representación. En particular, las técnicas de geometría descriptiva desarrolladas por Gaspard Monge a fines del siglo XVIII y luego convertidas en el idioma fundamental de la arquitectura. Su artificio permite traducir al plano cualquier objeto de tres dimensiones a través de un sistema de proyecciones paralelas que, además, les otorga la abstracción suficiente para volverlos perfectamente legibles, mensurables y, por ende, comparables.

Garpard Monge, Geometrie descriptive. Leçons données aux écoles normales, 1798, Lámina 1. QA501 .M6 1798. Colección CCA

A mediados de la década de 1930, utilizando esas herramientas disciplinares y con una premisa análoga, Ernst Neufert emprendió la monumental tarea de normalizar todos los aspectos de la vida moderna a través de sus manuales para construir. Con el objetivo de regular la producción industrial y poner a la arquitectura en sintonía y al servicio de esos procesos, su manual funcionaba como un universo propio, una selección del mundo, absolutamente parcial y adoctrinadora, medida y proporcionada a partir del cuerpo humano.

Ernst Neufert,Bau-Entwurfslehre, 1936, pág. 98-99. NA44.N482.A613 (0006211). Colección CCA

Si el manual de Neufert partía de la relación cuerpo-industria como referencia de la sociedad moderna, un relato que describa la multiplicidad de las formas del dinero en la Argentina necesita de una selección de referencias específicas que respondan al consumo y al desarrollo económico locales. Debe ilustrarlas sin jerarquías y permitir su comparación, sin establecer como referencia unidireccional la medida humana. Su convivencia desordenada en un plano es la que permite medirlos, su lectura es progresiva y escalar, y su punto de partida, un billete de cien pesos argentinos.

Este texto, producido en el marco del programa CCA c/o Buenos Aires, forma parte del proyecto Me conociste en un momento extraño de mi vida, que se plantea como una mirada introspectiva de la arquitectura y su campo de acción en tiempos de crisis.

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